Por Leonardo
Laescuela en general está preparada para el “notrabajo”.
Siusted un día viene renovado y se dice: “voya cambiar mi modo de trabajar”, entonces, sienta a los alumnos en ronda yles hace buscar noticias en los diarios y cortarlas, todo con el objetivoestratégico.
Usteddisfrutará de su tarea, los alumnos se sorprenderán de lo jugosa que puede seruna clase. Pero no se confíe, al sonar el timbre de salida, la portera le harávolver a la realidad.
“¡¡¡¿¿Cómo dejaste el aula así??!!!¿¿No ven que HOY ESTOY SOLA??,le gritara ofuscada, y al día siguiente el director lo citará en su oficina yle llamará la atención. Entonces usted, así bruscamente, sin mediarexplicación, seguirá con sus tradicionales, inofensivas y “ordenadas” clases.
Siempreme llama la atención la desidia que impera en el ámbito escolar; las presiones,la hiperburocracia y la persecución de la inteligencia convierten a casi todoslos docentes en prácticos cumplidores de la ley.
Heconocido personas maravillosas, de un alma delicada y cálida poniendo todo elarrojo posible en pasar desapercibidas, dedicando toda su energía laboral a “hacer como si” o a “cumplir”. Indagando sobre lafundamentación moral de esta actitud, he llegado a la conclusión de que los docentesson personas que ponen el ingenio, la audacia, y las luces que la naturalezales dio, afuera del ámbito escolar.
Allídepositan también sus más caras esperanzas, por eso ansían la jubilaciónliberadora.
Estriste ser parte de un colectivo laboral que tiene como único objetivo de lavida lo que está al atardecer de la misma.
Mepregunto si estas no son consecuencias nefastas de la lucha que se gesta decontinuo contra el trabajo.
Eltrabajo no solo permite comer y vivir, sino que es, sobre todo, una fuenteinobjetable de humanidad y dignidad para el hombre.
Pensemosen esta profesión que despoja sin timidez de toda su carga de sentido en latarea misma: el resultado es deshonroso y terrible.
Eldocente es un ser condenado a la siguiente realidad: para subsistir gracias asu trabajo, está obligado a no realizarlo nunca dignamente.
Está,de este modo, condenado a no realizarse jamás, salvo en la vejez cuando sehalla fuera del sistema.
Lajubilación es por eso “el verdaderosueño” de todo docente.
Enun acto en el que participé hubo que cantar el himno a capella, pues la únicapersona encargada de la llave del armario en donde quedaba guardado el equipode música había faltado. Por eso no bastó para que la llave cambiara sudestino.
Enmi paso por la escuela he visto que suele confundirse responsabilidad conpoder.
Tenera cargo un curso, una tarea o la simple llave de un armario es sobre todas lascosas señal de atributos especiales.
Nose porqué el poder es una cosa tan anhelada en un ambiente en que deberían primarotros valores.
Talvez esté relacionado esto con el verticalismo que traspasa, envuelve ycontamina todo el aparato escolar.
Desdela directora que tiene bajo su tutela circulares, archivos, libros, cuadernos,llaves teléfono, pasando por los docentes que impera sobre cuaderno decomunicaciones, notas, aplazos, etc. hasta la portera que es dueña de “ese” lampazo y de “aquel” bidón de lavandina. Cada quien pelea su pedazo de poder enese ámbito peculiar, tal vez como única manera de sobrevivir a la indignidad yla desinteligencia.
Esteintrincado enjambre de relaciones de poder, que tiene una columna en forma decono en cuyo vértice superior hay un político, no se resuelve tansencillamente.