Para mi hermano el Colo.
La discusión sobre la participación de Heidegger en el pensamiento y el “acontecer” nazi, queda saldada por si misma.
No solamente “el maestro de Friburgo” fue un funcionario nazi, sino, que ha pesar del pedido de su discípulo, Hebert Marcuse, y ya terminada la guerra, se negó a desdecirse de lo dicho durante “Los mil Años de Reich”.
Creo que lo interesante de volver a leer a Heidegger, de adentrarse en su “sombra”, esta, como diría la Wainstock, en aquello de la “filosofía aplicada”, es decir, en rescatar aquellas cosas del discurso, de la “praxis” heideggeriana, que puedan servirnos para interpelar el presente, para entender discursos y praxis actuales, para escudriñar mejor la sociedad, anque, para “trasformarla”.
De aquí que abramos una serie de notas sobre los escritos de Heidegger.
Me voy a remitir a lo que el filosofo produce durante los años en que el movimiento nazi de desarrolla en Alemania, desde sus inicios en la década del 20, hasta su epifanía a mediados de los 40.
El texto elegido en este caso es “El ultimo dios”.
Y la idea central del comentario se establece alrededor de la idea de lo “fundacional”.
Veamos.
Creo, en primer lugar, que a Heidegger le hubiese gustado la frase que le pone titulo a esta serie de notas.
No solo por su pasado de ferviente católico, sino también, por la importancia que tiene el “lenguaje” dentro de su “cosmos filosófico”.
Es interesante ver como las vanguardias, los iluminados, aquellos que se siente en la necesidad de tener que pensar por los otros, de sentir por los otros, de convertir sus ideas en dogmas “cuasi sagrados”, de convertirse en voceros de aquellos a quienes han dejado rezagados, superados, de esos que son, en ultima instancia, “despreciados”, considerados incapaces de producir una sola idea que valga la pena, esos “otros” que terminan, por la propia dinámica del pensamiento vanguardista, siendo “Fremds”, extraños.
Say me, es interesante ver como los “vanguardistas” tienen la imperiosa necesidad de convertirse en “fundadores”.
Todo lo suyo, todo su hacer, todo su acontecer, cada pequeño acto de su vida debe ser “fundacional”, debe ser “originario”, “creador”.
El pasado no sirve.
El pasado es algo que no solo debe ser superado, sino que debe ser negado.
El pasado debe ser “abolido”.
Y con ello la historia.
Se debe fundar, piensan los vanguardistas, una nueva historia. (Acaso los “mil años de Reich” no planteaban una historia que arrancaría de cero. Y más acá, el “fin de la historia”, estandarte del neo imperialismo, no es acaso la “fundación” de una nueva “historia sin historia”).
Una nueva historia con u nuevo hombre.
“el hombre nuevo”.
Y no solo un hombre nuevo, sino también, exacerbando la cosa, un dios nuevo, “El ultimo Dios”.
De aquí se desprenden varias líneas a seguir.
Cuando se habla de “crear”, lo fundacional estaría dado en el mismísimo sentido que tiene esa palabra.
Crear es hacer de la nada.
Crear una sociedad de la nada implica el más profundo desprecio por el hombre que se pudiese expresar.
Crear es decir abiertamente “todo lo que nos precede no sirve. Hay que acabar con todo”.
Crear es no entender a los seres humanos en toda su amplia gama de virtudes y bajezas.
Crear es decirse incapaz de construir con lo que se tiene.
“hacer con las diferencias”, construir o reconstruir con algo mas que las diferencias, con lo que aborrecemos en los otros, con lo que aborrecemos en nosotros mismos, con lo que en verdad somos, pero con la meta de mejorarlo, de hacernos mas humanos, es un plan de trabajo que no figura en la agenda de los “padre fundadores”.
Ellos, los elegidos, están tan lejos, se han adelantado tanto, que solo le reservan a los rezagados los calientes hornos de Auswichts o Treblinka.
“es totalmente Otro (así, con mayúsculas en el original), frente a los que han sido”, arranca el filosofo.
Este “otro”, este “extranjero”, debe ser despreciado.
Es un “imperativo categórico” el despreciarlo.
Y en el combo nacional - socialista, en su “cajita feliz”, viene unido, (tan solo por dos pesitos más), el desprecio por uno mismo.
Este desprecio se traduce en la “auto inmolación” que tan bien describe Foucault en “Genealogía del Racismo”.
Ese desprecio por uno mismo es lo que yo llamo, (ojo que si funciona es mió), el “Síndrome del Profeta”.
Es decir, “ojo, ustedes no son, pero yo tampoco soy. Solo soy el que anuncia la buena nueva que vendrá. Ese evangelio que yo solo puedo ver y relatarles. Pero lo verdaderamente verdadero esta por venir. Y yo, tengo el deber de comunicárselos, y de llegar el caso, a imponérselos”.
“el ultimo dios es el inicio de la historia… para preparar esto, pueblos y estados son demasiados pequeños, es decir ya demasiado sustraídos a cualquier crecimiento”, dice Martín H.
No pueden los pueblos.
No pueden forjarse un dios.
Esto es tarea reservada para unos pocos.
La divinidad es pertenencia de unos pocos.
(Me viene a la mente ese pasaje donde Cristo les responde a sus discípulos cuando estos le preguntan ¿Por qué le hablas al pueblo en parábolas que ellos apenas entienden? Y el les dice, “una cosa es el discurso pa´todos, y otra el discurso para nosotros”. Mesa grande, mesa chica, falto decirle).
En Heidegger la tarea de “crear” un dios se va reduciendo a cada vez menos individuos, (¿a uno?), es mas, se reduce a un dios que se crea a si mismo.
Un dios que solo tiene al hombre como herramienta de su propia creación.
Si saco Dios y pongo fhürer, Heidegger no se enojaría para nada.
Y si saco fhürer y pongo Hitler, menos aun.
¿O no nos cuenta el Adolfo como se forjo a si mismo en su obra “Mi Lucha”?
“un dios nuevo, mejor hecho, bajo nuestro pulgar”, diría el Indio.
Un dios de pocos.
Un dios al cual solo se accede desde un plano que esta mas allá de la razón.
Solo puede vislumbrarse desde “la Voluntad”, y se sabe bien que el pueblo es poco “voluntarioso”.
Un dios exclusivo.
Que solo atiende en Buenos Aires, en Berlín, en Moscú o en Washington D.C.
Es el Dios de los “desencantados”.
(Habría que escribir una historia del “desencanto”, o, quizás, el desencanto sea el verdadero motor de la historia).
Y los desencantados son “inexorablemente” vanguardistas.
Ellos ya estuvieron acá.
“Heidegger was here”.
Ya vieron.
Ya saben.
No tienen tiempo que perder.
No pueden esperar.
Tienen prisa.
Saben, conocen y tienen la solución a todos los problemas.
De aquí que el “inicio final” que tanto pregonan, este tan cerca de “das endlüsung”, la “solución final” que tan eficazmente han aplicado en aquellos lugares donde han podido esparcir su niebla de palabras huecas, su sombra de muerte.
Un abrazo
